He escrito en más de una ocasión sobre una estilo de vida slow. Por aquí, en instagram, en CUIDARME, Essentia… La vida nos empuja a ir con prisas, a estar ocupadas, a hacerlo todo hoy… y nuestro corazón, nuestra esencia, nos pide otras cosas con lo que nos encontramos atrapadas en una batalla entre lo socialmente exigido y bien visto (ir estresada es señal de que todo te va bien. Sí, aún hay quien piensa así…) y lo que de verdad necesitamos para vivir una vida plena, consciente, equilibrada y alineada con los valores que muchas tenemos.
¿Dónde está el “slow life” verdadero?
Yo también me pierdo en muchas ocasiones y me desvió de mi centro. Últimamente estos días más que nunca y he de admitir que me he desesperado en más de una ocasión.
Por supuesto meditar y practicar yoga a diario me ayuda pero hay ocasiones en las que mi tendencia e inquietud por saber, conocer, experimentar y hacer… se me va de las manos. ¿Qué hago entonces? Llorar, chillar. Jaja no. Miento. Aunque a veces me desespero tanto que siento que me puede explotar la cabeza.
En esos momentos… me paro, observo, me escucho realmente, me pregunto qué necesito, siento cómo está mi cuerpo, escribo, medito y practico más yoga y meditación. Pero además de eso, me esfuerzo (sí, es un esfuerzo pero lo quiero, lo deseo, lo busco, no me sale natural en esos momentos por lo que he de “forzarme” a ello) por hacerlo distinto a lo que lo haría en esos instantes en los que estoy exigiéndome. Entonces elijo dejar de hacer, decido no hacer nada.
¿Y si aún así no funciona? Entonces pido ayuda. A mi terapeuta o a las personas cercanas que están en mi vida. Estar en este ritmo más pausado y tranquilo, para quienes hemos estado siempre en el otro extremo, con una alta exigencia, ritmo y velocidad, no es siempre fácil ni cómodo aunque por supuesto, tengo claro que es lo que quiero y lo que me permite estar en mí de un modo saludable y que verdaderamente me hace feliz.
Estos días en los que estamos en casa y parece que ahora hay que aprovechar para hacerlo TODO (ver todas las series, documentales y películas de Netflix; leer todos los libros que se acumulan en la mesita de noche, practicar con todos los profesores que están ofreciendo prácticas online del tipo que sean; ponernos al día con todas las amistades teniendo llamadas con ellos…) estamos llevándonos a un lugar que no nos beneficia en absoluto. Estos días que estamos en casa justamente lo que más deberíamos es estar SIN HACER ya que la vida nos da la oportunidad de hacerlo ahora. Nos lo está poniendo en bandeja así que… paremos. Yo la primera. Por eso lo escribo y comparto por aquí. Por mi alta exigencia de los últimos días. Podemos elegir, podemos elegir tachar todo de la lista, centrarnos en lo esencial e imprescindible y descansar. Darnos el lujo de sentarnos en el sofá, dormir más, dejar de correr y dejar de hacer.
La situación es difícil, es complicada pero… no la intensifiquemos más. Sentarnos en silencio sin revisar emails, teléfonos, sin pensar… No debería ser tan difícil pero si nos cuesta, practiquemos. Ahora podemos empezar.
Algunas ideas
- Reducir las tareas del día a 2-3 máximo
- Disponer durante el día de momentos de “modo avión” en el teléfono
- Ofrecernos un día libre entre semana
- Estar presente en lugar de correr, luchar, resistirnos, exigirnos… para escuchar
- Buscar la quietud del modo que mejor nos funcione
- Potenciar la conexión, primero con una misma, luego con los demás y el mundo
- Pasarte horas en la cocina preparando algo rico
- No mirar el reloj
Hoy, las horas pasarán.
Mañana seguirán avanzando.
También pasado mañana.
Pero siempre llegará un nuevo día, un día después de hoy y de mañana, pasado…
Los días no se acaban.
No hay que hacerlo todo hoy y ahora.
Relax. Calma.
Mañana seguirá estando ahí, esperándote con los brazos abiertos.
En casa, fotografías: Anna Alfaro