Sigo hablando de los rituales (hablaba aquí la semana pasada también), de mis prácticas habituales y de mi experiencia porque, si en algo creo es en ellos. No en los míos en concreto sino en los que nos van bien, nos sirven y nos funcionan. Los de todas y que cada una de nosotras elegimos.
Mis rituales para enraizar y conectar conmigo misma suelo tenerlos en dos momentos muy marcados de mi día.
Por la mañana, rituales matutinos que me permiten ese tiempo y espacio mío tan propio previo a la conexión con el mundo y con la jornada. Meditar y practicar yoga. Mis rituales básicos de ese momento. Agradecer, escribir pensamientos cuando siento que hay demasiado ahí arriba… y luego desayunar y empezar la jornada. Implica compromiso, requiere de adelantar el despertador, sí, pero merecen la pena, a mí me la merecen toda y así, mis días empiezan del modo que justamente deseo y que me hace sentir bien, extremadamente bien.
Es curioso como cambiamos y evolucionamos a lo largo de los años. Recuerdo que hubo un tiempo en el que sentarme a meditar, ni que fuera por dos minutos, me ponía de los nervios. Cuando llegaba antes a una clase de yoga, utilizaba ese tiempo para consultar el teléfono, enviar algún mensaje… Me daba pavor sentarme antes en la esterilla. Ahora aprovecho ese tiempo para meditar un poquito e incluso viniendo ya de meditar en casa que es lo primero que suelo hacer cada día por unos 20 minutos pero esa calma te da tanto que quieres volver a ella, aunque acabes justo de meditar.
Antes vivía en la prisa. Prisa por empezar la práctica de yoga, prisa en terminarla, en empezar a trabajar, en terminar ese trabajo… no me quedaba con nada de lo que hacía, estaba focalizada en el next y con eso, estresada, ansiosa y angustiada. Intenté durante años meditar hasta que lo conseguí, hasta que fue mi momento y me concedí justamente eso, tiempo para intentarlo verdaderamente. Eso es lo que debemos hacer, permitirnos y darnos la oportunidad de probar; probar las veces que haga falta hasta que algo haga click dentro de ti (sí lo hace, sí sucede aunque sé que todas las personas no podemos sintonizar con lo mismo).
La práctica diaria, día tras día te cambia. En mi caso fue primero el yoga, luego la meditación. El cambio llega y es increíblemente poderoso aunque por supuesto, como todo, requiere de su tiempo. Hay que adaptarse, hay que ir progresivamente haciéndola tuya, sintiéndola y luego, acaba encajando de un modo totalmente natural y orgánico en tu vida, tanto que cuestionarte hacerla o no, no tiene cabida. Pero sí, no nos engañemos, hay que comprometerse, se necesita de cierta disciplina y voluntad. Ya lo he dicho y lo repito, yo literalmente no quería sentarme a meditar, no quería, no podía, no sabía. Pero esto demuestra que cambiar patrones, ritmos, maneras de funcionar… es posible. Estar en la zona de confort es la parte fácil, un espacio conocido, cómodo y seguro pero ahí no siempre estamos bien y quedarse, es estar renunciando a poder estar mejor, estar como verdaderamente merecemos. Como decía Hugh Grant en Notting Hill (creo que era en esta película que lo decía, perdonadme si la estoy confundiendo con otra): “¿Y si bien no es suficiente?”. Yo soy de las que piensa así. Supongo que por eso estoy donde estoy con respecto a muchas cosas de mi vida.
La comodidad no siempre es verdadera, no es comodidad real si no estamos como deseamos y merecemos estar. Dejar ir lo que venías haciendo para dejar paso a algo nuevo y darle la bienvenida, es a fin de cuentas… Maravilloso.
Fotografías: Sandra Rojo
¿Qué otro momento hay en mi día a día para los rituales?
Las noches, por supuesto. Aquí soy menos rígida con la práctica de meditación. Suelo hacerla a diario también por las noches (entre 10-15 minutos, algo menos que por las mañanas) pero si un día es muy tarde y estoy cansada, me permito no meditar o cambiar la meditación por alguna práctica (por ejemplo auto práctica de reiki) y luego sí, mis rituales de belleza, estos siempre, viajando o estando donde pueda estar.
Cuando te creas tus propios rituales diarios de cuidado, pasan a ser tan tuyos y tan propios que no te imaginas sin ellos. Son innegociables e incuestionables, forman parte de ti y eso hace que todo funcione mejor en ti y en tu vida. Por supuesto, eso no quiere decir que con ellos ya todo esté bien. Hay días que te levantas con ansiedad, preocupada, con prisas… pero luego, en la esterilla o sobre el cojín de meditar, escribiendo, bailando o haciendo aquello que para ti funcione, te calmas y vuelves a ti. De eso va también el ebook Essentia que lancé hace unos días y sobre el que puedes saber más aquí.
Nutrirnos, dejarnos llevar sin exigencias y estar en calma, en nosotras. Qué maravilla…
Un abrazo,
Anna