Ya he estado hablando de los viajes que hice recientemente, de mi verano. Me faltaba uno, el último, también a solas como los días de Burdeos. Ya os comentaba en este que hay experiencias que hay que vivirlas sola/o. Abrirse al mundo, viajar sin más compañía que la propia para relacionarse de otro modo con quienes te encuentras por el camino y este, ha sido uno de esos viajes y momentos. Vivirlos a solas para espabilarte, descubrirte, conocer a muchos más, interesarte por ellos, hablar, hablarte y estar a solas también contigo misma. Pensar, reflexionar… Y descubrir (te). En momentos en el mar, relajándote, en la arena, en clase de yoga, sintiendo como se remueve todo por un asana, por una frase de la profesora o por la música de fondo que llega desde el bar contiguo. A través de miradas, bailes, comidas compartidas…
Este mes de agosto para mí ha sido todo un regalo. Un regalo en toda regla, un regalo íntegro, completo, solo para mí. Llevo algunos veranos no viviendo precisamente los veranos que deseaba al 100% (no únicamente por trabajo, sobre todo en muchos momentos por cuestiones más personales) y este año, este mes, quise dedicármelo con el viaje a la India, una escapada a Burdeos y esta parte final con el surf camp en Francia. Era algo que siempre quise hacer, algo que siempre tuve en mente. Unos días en los que pudiera practicar tanto una actividad como la otra. ¿Soy surfera? Siempre me ha atraído y el año pasado en Comporta lo probamos un día, me gustó y quería más.
Terminé llegando a Dreamsea Surf Camp y me aventuré. Una de las mejores decisiones que podía tomar. Inicialmente sobre todo mi idea era hacer surf + yoga (ya sabéis que es algo que practico a diario) pero en la India, un dolor en el isquiotibial izquierdo (que llevaba tiempo conmigo pero al que no le hacía caso…) apretó bastante y tuve mis dudas sobre si en Francia podría practicar yoga. Bajé el ritmo de la práctica y he estado combinando (en mi paso por Barcelona entre el viaje a la India y la escapada a Francia) el trabajo de esta zona con masajes y ejercicios para fortalecer la zona afectada de modo que sí, también hice algunas clases de yoga en el surf camp y sin duda, una maravilla. La profesora que impartía las clases, preparaba sesiones relajadas de una hora que sentaban de maravilla. Soy bastante exigente con el nivel y la intensidad normalmente y aunque estas fueron sencillas y para todos los públicos y niveles, fueron una delicia (y más en ese entorno).
El surf camp se organiza por semanas. Los grupos suelen llegar un sábado y marcharse el sábado siguiente. Se hacen clases diarias en el agua, 1 o 2 dependiendo de las clases que contrates (10 o 15 por semana) y los grupos suelen ser de unas 5-6 personas con un instructor asignado para cada grupo, quien aparte de darte algo de teoría, te da por supuesto todas las orientaciones prácticas.
Los días comienzan con el desayuno, todos juntos en el surf camp (las comidas son “self – service”) y en este momento, también te preparas la comida que te llevarás a la playa puesto que una vez bajas, sueles quedarte hasta la tarde. Clases, surf por tu cuenta también con el grupo de amigas/os, comer, disfrutar del mar y del sol… Y por la tarde, quienes regresan al camp, pueden simplemente relajarse, tomar algo, ir al pueblo (Moliets et maà), hacer yoga…
La cena se sirve a partir de las 19.00h y siempre tras esta se organiza alguna actividad (concierto en directo, sesión de cine-documental, juegos de mesa…).
En este surf camp te encuentras con gente d
e todos los lugares y de todas las edades. Antes de acudir, muchos amigos me preguntaban: “¿Pero qué edad tiene la gente que va?”. La verdad es que no tenía ni idea. No me lo planteé nunca sinceramente y… me sorprendió ver tanta variedad. Quizá yo fuera de las más “mayores” pero la mayoría estaban entre los 19, 24, 27… Algunos instructores de surf quizá eran más de mi edad, aunque la mayoría de clientes (y trabajadores del camp) estaban por debajo de los 30. De todos modos, nunca sentí ningún tipo de diferencia de edad. Es curioso como el grupo parecía lo más homogéneo (¡todos eran realmente muy maduros!).
Hice surf, yoga, conocí a gente maravillosa, me reí a carcajadas, caminé a todas horas descalza, bailé, bailé mucho como una loca, disfruté de la música, hice amigos/as, cuidé y me cuidaron, nos escuchamos y nos descubrimos, me tosté al sol, explotaron las pecas en mi cara, comí rico a pesar de mis problemas digestivos… y me sentí feliz y más viva que nunca.
Gracias agosto por ser así de maravilloso y hacer que todo brillara tanto.
Fotografías: Anna Alfaro