¿Habré tardado aproximadamente 4-5 meses en leerme el libro? Y no porque no me gustara. Todo lo contrario. Hacía tiempo que no me atrapaba tanto con un libro, que me secuestraba tanto mentalmente y me alejada de las cosas para vivir la historia que se narraba en él. El cansancio del día a día y el llegar a la noche con los ojos casi cerrados ha hecho que se fuera demorando mi avanzar en la narración pero la historia me cautivó desde el primer instante. He formado parte de esos personajes, he buscado como buscaba Alice en la isla, me he sentido parte de su vida, de su familia, he querido a sus niñas, me he reído con ellas… y me he puesto nerviosa durante la investigación, sus avances y sus descubrimientos.
Alice, madre de una niña y embarazada de nuevo, recibe la fatal noticia de la muerte de su marido en un accidente de tráfico. El lugar del siniestro, no cuadra con donde supuestamente él debería estar y a partir de ese instante, la protagonista de la historia se ve inmersa en una laboriosa investigación para descubrir qué escondía su marido, llevándola hasta Robin Island, un lugar supuestamente apacible y tranquilo pero donde ella y su familia se instalarán y se dedicará a fondo a buscar “obsesivamente” el “secreto” de Chris.
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La isla de Alice por David Sánchez Arévalo
“Lo que el cerebro ve cuando los ojos dejan de mirar”
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Y tras terminar las casi 700 páginas de esta fantástica novela, he acabado llorando leyendo los tres últimos párrafos de la parte final de agradecimientos.
Sobre como aferrarse a ciertas cosas como “tablas de salvación”. Como agradece a su madre (ellas, siempre ahí…) y como nos lo agradece a los lectores, quienes en sus palabras, le hacen sentir cada día privilegiado permitiéndole convertir su ficción en realidad. “Mi vida en vida”. Piel de gallina.
Yo también siento agradecimiento por como él nos agradece que estemos aquí, leyéndole, queriendo sus historias.