Soy muy romántica, en la mayoría de los aspectos de mi vida. Me gustan los lugares con encanto, sean tiendas, hoteles, restaurantes, bares o cafeterías, casas propias, muebles… Romántica y antigua. Me gusta lo viejo, de antaño, y trato de huir de las modernidades o construcciones, presentaciones y realidades excesivamente modernas, sin personalidad, todas construidas, fabricadas y presentadas en el mismo envoltorio. Pero… contradicciones de la vida, que todos tenemos, existe un lugar internacionalmente conocido que aunque es una gran cadena y cada uno de sus establecimientos es una representación exacta o similar del de otra ciudad e incluso país… me tiene atrapada. Triste, puede parecer, que con una línea de preferencias tan marcada, te gusten también estos lugares… pero no puedo resistirme a un Starbucks. En ocasiones ha sido incluso una obsesión. No he tomado café un muchos otros lugares pero es que la espuma de su capuccino me tiene atrapada (aunque sé de la existencia de miles de lugares con mejores cafés y espumas, pero… una obsesión ya sabemos como funciona!).
Y ahora leo un artículo que habla de un nuevo Concept Store de la cadena en Amsterdam (ciudad que por cierto amo) y me miras las imágenes salivando no sólo por sus cafés y cookies sino por la maravilla que han creado en Holanda. Las imágenes hablan por sí solas. El lugar es inmenso, todo construido a base de madera, grandes ventanales, detalles por todos los rincones, de estilo rústico y montañero.
¿Para cuando uno en Barcelona?