Internalizamos tanto las cosas a veces, que no nos damos ni cuenta de cuando las estamos usando. La otra noche, por ejemplo, cuando me despedí por email de mi pareja, firmé el email diciendo “saludos”. En el trabajo o cuando se trata de emails formales, leo y releo las cosas mil veces antes de enviarlas pero en el reposo del hogar, la tranquilidad de la vida en pareja y los amigos y familiares, te dejas llevar y para nada analizar lo que estás diciendo ni como lo estás diciendo. Nada más faltaría. Y así me salió, autómatico, sin darme cuenta. De hecho fue su respuesta lo que me hizo troncharme de risa y ver lo fuerte de todo. “¿Saludos?”, decía en su email. Qué penita madre… Tantos “saludos cordiales” por aquí y por allá, han hecho que lo interiorice más de la cuenta… A partir de ahora va a salir en mi firma automática del trabajo. Así quizá consiga desvincularme de ello.