Pero sin saber como a veces fluyes (si, no estoy en plan zen, aunque me encante), pero es que es así… sin darte cuenta personas (personas de verdad), entran en tu vida, te conocen, te siguen, se inquietan por ti, se interesan, viven tu vida contigo, te acompañan en tus andares… y van creciendo a tu lado. Y no te das cuenta hasta que lo ves… y si. Hay gente que te da los buenos días, se interesa por como dormiste, sigue interesándose a mediodía, te pregunta qué has comido, como ha ido la mañana en el trabajo, como se presenta la tarde, si harás body pump o tomarás un café con tu amiga… os contáis chistes y chorradas, seriedades y problemas, lo más absurdo y lo más profundo… y no te debates entre escribirle o no escribirle, llamarle o ignorarle, decirle de veros o irte al cine sola porqué odias que te diga que no… Porqué responde a los mensajes, a las llamadas y te propone de quedar. Porqué hay personas que son como tu, o que encajan como tu, porqué te encontraron y les encontraste y porqué decidistéis estar ahí. Y entonces te das cuenta de lo absurdo que fue todo lo previo. Los idiotas que se cruzaron en tu camino y te jodieron las noches sin dejarte dormir pensando porqué no respondió y donde andaría, las madrugadas en las que seguías esperando respuesta, y las mañanas que tras la dura noche, tenías migraña y unos ojos como platos.
Un día alguien me dijo que éramos personas con vidas paralelas. Sonaba bien pero era totalmente negativo, lo que me decía. “Las líneas paralelas nunca se juntan”. Mal rollo. Sí. Aunque también están las que se cruzan… y ahí andamos algunos, atentos a esos cruces que nos da la vida 🙂