Esa Anna que quiere hablar hoy no soy yo. Es Anna, la otra Anna, la amiga de mi amigo, que quiere hablar con él. Pero es como si fuera yo. Porqué aunque no la conozca más que de vista, temo por lo que quiera decirle. Porqué yo también he sido esa Anna, demasiado a menudo, y recientemente. Esa Anna que habla y lo suelta todo. Al principio con miedo y después a toda velocidad, liberándose de lo que siente por ese nudo que siente en el cuello que la ahoga y no la deja vivir. Y he sido también esa Anna que escucha lo que a veces no queremos escuchar de según quiénes tengamos delante. Por pena por no corresponder, por rabia por ver que no es quien quisiéramos, por miedo de oír palabras mayores.