Sin dormir demasiado últimamente, trabajando más horas que un reloj, comiendo mal y rápido, sin pasar por el gimnasio en semanas… así vivimos esta estresante vida a veces, a bordo de los timings apresurados, los trabajos para YA, peticiones de última hora y una larga lista de obligaciones que no podemos obviar.
Llega el puente de noviembre y seguimos con las mismas prisas, tratando de hacer lo que no hemos hecho en semanas. Pero dos días, que a veces son la mejor bendición que nos podría tocar, no dan para tanto. Sí, dos días, leemos bien. El lunes se trabaja según en qué lugares…
Y corres a la salida del trabajo el viernes para hacer compras antes de que de comienzo el fin de semana, pero estando libre a las 20hs, no llegamos a demasiadas compras.
Cena en casa de amigos y noche bailando en algún local de la ciudad. Sábado toca madrugar. Duermes 4 horas sólo para aprovechar el día. Haces las compras que no alcanzaste ayer y te reúnes con alguien para pasear por el centro y comer en un vegetariano.
Sigues el paseo hasta media tarde y después abandonas la moda por el mobiliario. Toca el momento de seguir con el cuidado al hogar (gran perdición…). Con la visa algo más quemada, dejas tus adquisiciones en casa y corres donde una amiga a cuidar de su pequeño. A veces toca quedarse en casa un sábado noche para que amigas ya mamás, disfruten de la noche fuera de sus obligaciones.
Esa noche el reloj da un paso atrás, ganando una hora de sueño, que buena es sobretodo teniendo en cuenta el ritmo que algunos llevamos. Pasas parte de la noche cabeceando, escribiendo y leyendo. Así son los canguros, plagados de tiernos momentos como cuando te acercas al dormitorio del pequeño y entreabriendo la puerta te fijas en como duerme tan plácidamente. Esos momentos que quieres inmortalizar y retener en tu retina por horas.
Llega el domingo, sin aún haber dormido desde el jueves (diríamos que las 4 horas del sábado no cuentan demasiado…) y estás que no te aguantas. Te estiras a dormir algo (bendita hora extra que puedes sumar al poco tiempo que estás en la cama) y con despertador, te levantas una vez más, con sueño sobre tu cuerpo pero con intención de aprovechar este domingo de no puente que te ha tocado vivir. Con una cámara colgando en cada brazo, pones rumbo a la playa. Es día de retratos y desayuno tocando el mar.
La jornada se sigue con pequeña siesta, tarde de charlas íntimas con amigas y cena y baile por la noche.
Mañana lunes toca trabajar pero antes una fugaz visita a la tienda de flores para animar la terracita.