Vivir en un cuarto sin ascensor es complicado. No hay día que no llegue a casa con más cosas de las que soy capaz de llevar entre las manos. Se me cae todo por el camino y luego tengo que volver atrás a recoger “mis restos”. Llego a la puerta lanzando alaridos, sin casi poder respirar y sin manos para abrir porqué siempre evito a toda costa dejar nada en el suelo (no por nada, pero aún me costaría mayor esfuerzo recuperarlo y entrar en mi dulce hogar). Quiero llegar con todo y lanzarlo sobre la cama, sobre el mármol de la cocina, donde sea, pero descargarme después de ese tremendo esfuerzo.
Ahora mismo, y por eso estoy escribiendo esto, acabo de subir todos las malditos pisos, cargada, con el casco en la cabeza, el pesadísimo bolso con sólo lo imprescindible, la bolsa del trabajo con el tuper, la chaqueta, el foulard… un par de bolsas de la compra… No sé como lo hago, pero acabo llegando, muerta, pero llego.